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lunes, 15 de febrero de 2016

EL ACORAZADO MAINE

El Acorazado Maine en la bahía de La Habana, publicado en La Ilustración Española y Americana

  1. Nos encontramos ante un documento iconográfico en el que aparece una ilustración del Acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana (Cuba). Es una fuente primaria y de temática bélica al tratarse de un buque de guerra. Se publicó en la revista La Ilustración Española y Americana en el año 1898 ya que fue en ese tiempo cuando se hundió el barco. Esta publicación periódica española empezó en 1869 y desapareció en 1921. Se caracterizó por la profusión de ilustraciones representando variados aspectos de la vida cotidiana de España e Hispanoamérica. Es por tanto un documento público y destinado a los lectores de la revista.
  2. En la imagen en blanco y negro aparece el acorazado Maine de 6800 toneladas, botado en 1889, haciendo su entrada en la bahía de La Habana, seguramente el día 25 de enero de 1898, sin previo aviso, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas de entonces y de ahora. La excusa de su presencia era asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, aunque más bien era una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la oferta de compra de la isla por parte de EEUU. El Maine se hundió la noche del 15 de febrero de 1898 en La Habana. De los 355 tripulantes, murieron 256. Sin esperar el resultado de la investigación, la prensa sensacionalista norteamericana culpó a los españoles del hundimiento. La comisión de investigación estadounidense determinó que la causa de la explosión había sido provocada y externa, posiblemente una mina, mientras que la comisión española afirmó que la causa era interna. EEUU acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba, lo que fue rechazado de inmediato por el gobierno español. Así comenzó la guerra hispano-norteamericana, que no se limitó a Cuba, sino que incluyó también Puerto Rico y Filipinas. 
  3. Los motivos reales de la explosión del Maine fueron causas internas como afirmaban los españoles. Fue posiblemente la ignición de la santabárbara del buque debido a la autocombustión del carbón bituminoso que alimentaba al acorazado y que es de gran volatilidad, lo que generó la explosión. La prensa norteamericana liderada por W. R. Hearts convenció a los ciudadanos de su país de la culpabilidad de España en este accidente, presionando a su gobierno para que declarase la guerra a España el día 25 de abril de 1898. 
  4. Tras las derrotas navales españolas de Cavite  (Filipinas) y de Santiago de Cuba, la suerte de la guerra estaba echada. Las derrotas españolas en tierra siguieron a las navales, debido a la superioridad numérica de los estadounidenses y sus aliados nativos. Finalmente, la firma del Tratado de París a finales de 1898 supuso la entrega de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a EEUU. El imperio español desaparecía a la vez que se iniciaba el norteamericano a nuestra costa. Una potencia de segunda clase era sustituida por una nueva nación que muy pronto lideraría el mundo tras la 1ª Guerra Mundial. Y en España las consecuencias del Desastre (como se le llamó a la pérdida colonial) fueron enormes, si no tanto económicas, sí sobre todo políticas (crisis del régimen de la Restauración), ideológicas y morales (surgimiento de la Generación del 98 y del regeneracionismo).



miércoles, 14 de mayo de 2014

El autobús blindado que luchó en la Guerra del Rif.



El autobús blindado español que luchó en Marruecos.

En una época en la que carros de combate como los «Leopardo» atraviesan las mesetas a golpe de cañonazo, se hace extraño recordar aquellos años en que los medios acorazados comenzaban a rodar por primera vez. Sin embargo, gracias a automóviles pioneros como el «Schneider-Brillié», el primer vehículo blindado que adquirió el Ejército Español en 1909 para combatir en la Guerra de Melilla, hoy nuestro país dispone de unas unidades mecanizadas envidiables. Tosco, lento, y basado en el chasis de un autobús parisino, este transporte de tropas protegido sentó precedente al enfrentarse a cientos de fusiles marroquíes.
Corrían por entonces malos tiempos para España en el norte de África. Y es que, la comunidad internacional había cedido a nuestro país un pequeño territorio en el Rif que, más que un regalo, era una bomba lista para estallar de la forma más estrepitosa posible. ¿La razón? Los constantes ataques protagonizados por grupos de indígenas armados a las tropas y trabajadores hispanos ubicados en la zona (siendo muy cruentos, en principio, en los alrededores de Melilla).
«España consiguió la cesión del territorio gracias a las presiones de Inglaterra a Francia. La rivalidad colonial entre estas potencias europeas terminaría cuando ambas comprendieron que, en vez de pelearse, sería más provechoso un reparto de zonas de influencia, particularmente en África. Así, en virtud del acuerdo franco-británico de abril de 1904, Francia dejaba a Inglaterra las manos libres en Egipto, a cambio de que ésta se las dejara libres en Marruecos», determina en declaraciones a ABC María Rosa de Madariaga, autora, entre otras obras, de «En el Barranco del Lobo. Las guerras de Marruecos».
Sin embargo, este reparto dejó con mal sabor de boca a los pomposos lords ingleses, quienes, temerosos de los gabachos y su «Armée», decidieron enarbolar nuestra rojigualda en su propio beneficio. «No deseando Inglaterra que del otro lado del Estrecho se estableciera una gran potencia como Francia, hizo valer ante esta última los “derechos históricos” de España en el Norte de Marruecos para que le cediera la franja septentrional del territorio», finaliza la escritora.
El ataque que provocó la guerra
Algún tiempo después de la interesada cesión, la situación terminó de tensarse cuando, el 9 de julio de 1909, un grupo de rifeños de la cabila –tribu- de Beni Bu Ifrur atacó, fusil en mano, a unos operarios españoles que estaban construyendo un ferrocarril minero en las afueras de Melilla. Tras el asalto, el alto mando dio la orden de comenzar las hostilidades contra los poblados enemigos; había comenzado la guerra.
La guerra en Melilla exigía el uso de nuevas armasAsí contó ABC, en base a las declaraciones de los trabajadores supervivientes, aquel suceso: «Bruscamente sonó una descarga cerrada y tres obreros españoles cayeron al suelo. Los demás suspendieron el trabajo, alzaron la cabeza y, como a unos cien metros de distancia, vieron un grupo de 400 moros de a pie y 30 jinetes que hacían fuego sobre los españoles. Los trabajadores moros salieron a todo correr hacia el campo. Lo mismo hicieron los guardias indígenas al servicio de la Compañía española, y lo mismo tuvieron que hacer los españoles. Los moros seguían haciendo fuego sobre los fugitivos (…). Los españoles (…) consiguieron tomar una locomotora de la Compañía francesa y llegar al campamento».
El rastreo del mercado
Con los rifeños tirando a dar contra las tropas y los operarios hispanos, se hizo necesario hacer acopio de todo el material y recursos existentes para plantar cara al enemigo con algo más que fusilazos y machetazos. A su vez, se inició un rastreo del mercado armamentístico internacional en un intento de hacer llegar hasta Melilla una tecnología que diera a los militares españoles la mayor ventaja posible frente a los lugareños.
Buscando, en 1909 la Comisión de Experiencias de Artillería –el organismo encargado de adquirir material pesado para el ejército de nuestro país- se hizo eco de una serie de novedosos automóviles cuyo desarrollo había comenzado hace pocos años: los vehículos blindados. La idea de estos artilugios era sencilla: coger un transporte y forrarlo de chapa hasta la extenuación para que los disparos enemigos no hirieran a la tripulación que viajaba en su interior.
«Los vehículos acorazados realizaron su aparición en Europa de la mano del SXX, y en este sentido el Ejército Español prestó atención a esta novedad desde sus comienzos. (…) La Comisión de Experiencias de Artillería, a la vista de la situación existente en el teatro de operaciones marroquí, redactó en 1909 la memoria “Modelos de automóviles blindados propios para la campaña de Melilla”», afirman Francisco Marín y José María Mata en su obra «Los medios blindados de ruedas en España».
El «Schneider», encargado
Decididos a soltar los duros por estos ingenios mecánicos, la Comisión se dedicó ese mismo año a recabar información sobre los diferentes modelos de vehículos blindados existentes en el mercado. Así pues, se fijaron exhaustivamente en los diseños ofrecidos por las empresas Armstrong-Withworth, Hotchkiss, Maudslay, RMM, SAG, Thornycroft y Scheider. Concretamente, España buscaba dos modelos diferentes: uno que pudiera portar una ametralladora y otro que sirviera para transportar a las tropas en campaña.
Aunque finalmente se desechó la idea de adquirir un vehículo autoametrallador, la proposición de comprar un transporte blindado sí gustó a la Comisión que, tras las deliberaciones iniciales, seleccionó como modelo idóneo el que ofrecía la casa francesa «Schneider et Compagnie». «El vehículo era el resultado de cubrir un chasis –utilizado en Francia para los autobuses de París- con una estructura blindada cubierta con viseras abatibles para realizar la observación y el tiro», afirman los mismos autores en otra de sus obras llamada «Atlas ilustrado de los vehículos blindados españoles».
Entre sus características principales, el denominado «Camión blindado Schneider-Brillié» contaba con unas dimensiones considerables (casi 6 metros de largo, 4 de alto y 2,25 de ancho); un peso de unos 6.000 kilogramos y una caja de cambios con tres marchas hacia delante y una hacia atrás. Su envergadura hacía que tuviera un centro de gravedad bastante alto, algo que aumentaba el riesgo de que volcase en batalla y quedase a merced de los rifeños. Sin embargo, parece que no llegó a darse nunca esa situación.
También contaba con unas ruedas fabricadas en madera y rematadas con unos neumáticos de goma (algo usual en la época). Era, a su vez, bastante lento, pues únicamente podía alcanzar los 18 kilómetros por hora (una velocidad que es hoy en día superada por cualquier ciclista urbano). Contaba, finalmente, con un blindaje total formado por chapas de acero de entre 5 y 6 milímetros de grosor que permitían resistir sin dificultades los balazos marroquíes.
Aceptable para una época en la que los carros de combate eran cosa de ciencia ficción (hubo que esperar hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial cinco años después para empezar a hablar de ellos), España encargó uno de estos vehículos blindados a la casa «Schneider». «El 6 de noviembre de 1909 se firmó la autorización por parte de SM el rey Alfonso XIII para adquirir el que sería el primer vehículo blindado del Ejército Español», destacan los expertos españoles en su obra. El coste sería de 33.000 francos (unas 27.000 pesetas de entonces)
El autocar blindado llega a España
Meses después (el 20 de junio de 1910) el «Schneider-Brillé» pisó España por primera vez, aunque con retraso. La excusa que dieron los galos al ejército de nuestro país, deseoso de recibir su nuevo «juguete», fue que habían encontrado varias dificultades a la hora de ensamblarlo debido a que era el primer modelo de esta clase que fabricaban. Con todo, entre «excusez-moi» y «pardon», el remodelado autobús llegó a Irún desafiante y dispuesto a enfrentarse hasta la extenuación a los rifeños.
El vehículo fue matriculado como «Artillería nº 15»Cinco días más tarde, fue trasladado a Carabanchel con la matrícula «Artillería nº 15». «Sería asignado a la Escuela de Automovilismo de Artillería que, junto a la Escuela de Mecánicos Automovilistas de Ingenieros, eran los únicos centros capaces de realizar las correspondientes tareas de mantenimiento tras haber sido los primeros en recibir los medios automóviles», completan Marín y Mata en «Los medios blindados de ruedas en España».
Una vez en la capital, nuestro protagonista llevó a cabo varios viajes de prueba entre Madrid y Segovia (llegando incluso a realizar trayectos campo a través). Además, en su nuevo hogar se le instalaron dos ametralladoras, pues los franceses lo habían entregado sin ningún armamento.
Actividad en Marruecos
Hechos los arreglos necesarios y preparados sus conductores, el «Schneider-Brillé» partió en 1912 hacia el norte de África dispuesto a insuflar pavor entre los lugareños. El 17 de enero llegó a su destino y, apenas tres jornadas después, participó para alegría de los soldados e n su primera misión: su traslado a Nador (una ciudad ubicada a 16 kilómetros de Melilla). En viajes posteriores demostró su utilidad ya que, además de actuar como transporte, los militares que viajaban en su interior podían repartir con sus fusiles cientos de balazos entre los nativos que trataran de asaltar el vehículo.
Desgraciadamente, las peripecias de este vehículo se perdieron parcialmente una vez que llegó a su campamento. «Escasean las referencias posteriores y lo poco que sabemos es que formó parte de una columna de vehículos del Servicio de Sanidad a los que prestaba seguridad y que, el mes de octubre, realizó un transporte de heridos. Sería empleado fundamentalmente en tareas de escolta de convoyes, vigilancia y aprovisionamiento de las posiciones avanzadas», añaden los expertos españoles.
Lo que sí se conoce es su efectividad, la cual provocó que España encargara en 1911 otro de estos autobuses blindados a la casa «Schneider». No obstante, también quedaron patentes sus limitaciones, entre las cuales se destacaba la imposibilidad de cargar en su parte trasera a los 14 tripulantes que estipulaban los planos debido a las altas temperaturas de Marruecos. Fuera como fuese, e independientemente de sus fallos, lo cierto es que este vehículo puso la primera piedra de lo que, hoy en día son los medios acorazados del Ejército Español.
Fuente: ABC                                                                                    M.P.V.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

asesinatos anarquistas en la historia contemporánea española


El gran Canalejas, señores diputados, ha muerto cuando a pie y confundido entre la multitud, fijaba su atención en las últimas producciones de la inteligencia. Ha muerto como ha vivido; con sus dos amores de hombre público: entre el pueblo y dedicando a la ciencia su último pensamiento”.
Con esta retórica parlamentaria, aún decimonónica, glosaba el jefe del Gobierno interino el magnicidio del presidente Canalejas en una Puerta del Sol llena de gente, mientras contemplaba el escaparate de una librería. Hacía apenas cuatro horas del atentado cuando las Cortes escuchaban la emotiva comunicación, aunque no provocó el estupor de ningún diputado. A esas horas todo Madrid había oído contar cien veces, por el boca a boca, el asesinato de Canalejas.

Lo que había sucedido esa mañana en la Puerta del Sol era un ejemplo perfecto de propaganda por el hecho, el eufemismo con el que los anarquistas se referían a los más tremendos actos de terrorismo. Había sido el príncipe Kropotkin, el importante teórico del movimiento anarquista, quien fijara en el siglo XIX el principio “un acto puede hacer más propaganda que miles de panfletos”.
Esta idea, en manos de los hombres de acción curtidos en la lucha, de los fanáticos de gatillo fácil, de los desesperados dispuestos a morir y matar por la causa, había dado lugar a una táctica de combate terrible. Los regicidios, los magnicidios, son tan viejos como la Historia, ya están registrados en el Imperio Antiguo egipcio. Lo que siempre han perseguido estos atentados era eliminar a la cabeza del poder, para así apoderarse de él más fácilmente.
Sin embargo, con la teoría de la propaganda por el hecho, el movimiento anarquista del siglo XIX cambió el sentido de estas acciones. El terrorismo dejaba de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo. No importaba a quién se matara, sino que hubiese muertos que estremecieran a la sociedad, causar un impacto que anonadara al poder y provocara el estallido de la rebelión popular.
Del Corpus al 11-S.
Es una perversa teoría que llegaría a su culminación con el atentado contra las Torres Gemelas del 11-S, donde para los terroristas no importaba ninguno de sus muertos, sino el espectáculo logrado y su difusión a todo el mundo por la televisión en directo. Pero mucho antes de que Bin Laden aprovechara los hiperdesarrollados medios de comunicación de hoy, los anarquistas de finales del XIX y principios del XX se hicieron maestros en conseguir portadas en la prensa.
El 7 de noviembre de 1893, durante una representación del Guillermo Tell de Rossini en el Liceo de Barcelona, un militante anarquista lanzó desde el gallinero dos bombas Orsini sobre el patio de butacas. Causó 21 muertos indiscriminados, víctimas anónimas cuya eliminación no se sabía si favorecería o perjudicaría al movimiento libertario. No importaba, lo que se buscaba era la propaganda por el hecho.
atentado en el Liceo de Barcelona
Tres años después, también en Barcelona, ese terrorismo ciego alcanzaba su dimensión más monstruosa cuando un anarquista venido de Francia arrojó una bomba contra la procesión del Corpus, un acontecimiento popular que además estaba lleno de niños de primera comunión, y que provocó una docena de muertes. No es de extrañar que Kropotkin renegara horrorizado del monstruo que había creado su especulación teórica, y a finales del XIX condenara esa práctica de la propaganda por el hecho.
Sin embargo los activistas siguieron con su modus operandi del terrorismo, buscando aunar el magnicidio que, supuestamente, provocaría consecuencias políticas, con la propaganda por el hecho.Un momento cumbre  se produjo con el atentado al cortejo nupcial de Alfonso XIII. Los anarquistas tenían una clara vocación regicida, extendida por todo el mundo, desde Japón a Italia, pero su favorito era sin duda el rey de España. Hasta cinco atentados sufrió, aunque fracasaron todos. El día de la boda de Alfonso XIII con la princesa inglesa Ena de Battemberg, Mateo Morral, un anarquista intelectual, bibliotecario de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia, arrojó desde un balcón una bomba envuelta en flores sobre la carroza real cuando pasaba por la Calle Mayor.
El atentado falló en su propósito de liquidar al monarca, aunque provocó la muerte de 60 personas del público, sin embargo alcanzó un hito en la propaganda por el hecho, pues el exacto momento de la explosión fue captado por la cámara de un fotógrafo aficionado, un estudiante de 17 años que se la había comprado aquel mismo día, estimulado porque el periódico ABC ofrecía pagar cinco duros por las fotos del cortejo. Cuando apretó el disparador para impresionar la última placa que le quedaba, estalló la bomba entre los caballos, y esa fotografía daría la vuelta al mundo.
Asesinato anunciado.
Seis años después y muy cerca de la Calle Mayor, el anarquismo quiso repetir la combinación depropaganda por el hecho y magnicidio. La víctima esta vez sería el presidente del Consejo de Ministros, como se designaba entonces al jefe del Gobierno, José Canalejas. Canalejas era toda una figura de la escena política española, un auténtico hombre de Estado progresista y liberal; tras algunos escarceos republicanos en su juventud había entrado en el Partido Liberal, y siempre promovió una política reformista y de mejoras sociales, como recoge un libro publicado con ocasión del centenario por Ediciones Cinca titulado, precisamente, José Canalejas. La cuestión social. Canalejas concitaba la hostilidad despiadada de la extrema derecha por su progresismo –la Iglesia le declaró guerra a muerte por su Ley del Candado–, pero a la vez eso lo convertía para el extremismo anarquista en un enemigo peor que el más reaccionario de los gobernantes, pues con su política social entibiaba los ímpetus revolucionarios del pueblo. Pero para despertarlos estaba la propaganda por el hecho.
El propagandista sería esta vez un terrorista seguido por la policía, un auténtico asesino anunciado cuyos planes se conocían. El propio Canalejas le había contado a su esposa, poco antes de su muerte, que la policía había perdido la pista de un anarquista que “tengo el convencimiento de que nos dará algún disgusto serio; se llama Pardinas”. Pese a todo Canalejas seguía con su rutina de vida sencilla, con la mínima seguridad de un solo escolta.
A las once y media de la mañana del 12 de noviembre, tras haber despachado con el rey y pasado por su casa, Canalejas se dirigió al Ministerio de Gobernación (hoy Presidencia de la Comunidad de Madrid), paseando entre el gentío de la Puerta del Sol. Se detuvo ante el escaparate de la librería San Martín “cuando se le acercó un individuo de regular estatura y bien vestido, y sacando rápidamente una pistola Browning, disparó por detrás tres tiros sobre D. José Canalejas”, según cuenta la crónica de El Heraldo de Madrid, que añade los siguientes detalles.
La Puerta del Sol estaba llena de gente, hasta el punto de que Canalejas no llegó a caer al suelo, porque lo sujetó un criado del conde de Villagonzalo. Sobre el agresor se lanzó no solo el policía de escolta, dándole bastonazos, sino un héroe transeúnte llamado Víctor Galán Freig, a los cuales disparó antes de volver la pistola contra sí y suicidarse. Un médico que pasaba por allí, el doctor Sánchez de la Ribera, acompañó al cuerpo de Canalejas hasta Gobernación, a dos pasos, y comprobó que había sido alcanzado por un solo balazo, que le atravesó la cabeza entrando por detrás de la oreja izquierda, mortal de necesidad.
Pardinas había montado una escena auténticamente dramática delante de numeroso público, aunque no tuvo la suerte de que hubiera un fotógrafo allí sacando fotos en ese momento. Sin embargo los medios de comunicación eran cada vez más eficaces, y encontraron fórmulas para estremecer al público. El diario ABC publicó una portada con una fotografía en la que se veía a Pardinas disparando sobre Canalejas con el pie de foto “Asesinato del Sr. Canalejas”, y debajo, en letra más pequeña “Reconstitución fotográfica...”. Incluso se rodó un documental, una reconstrucción cinematográfica del atentado, en la que el papel de terrorista fue interpretado por un joven actor llamado Pepe Isbert.
La propaganda por el hecho había emprendido el camino que llevaba al 11-S.

Fuente: ABC

sábado, 9 de junio de 2012

Manifiesto de Montecristi


MANIFIESTO DE MONTECRISTI

“La guerra no es contra el español que, en el seguro de sus hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen, podrá gozar respetado, y aun amado, de la libertad que sólo arrollará a los que le salgan, imprevisores, al camino. Nosotros, los cubanos, empezamos la guerra, y los cubanos y los españoles la terminaremos […]. No hay odio en el pecho antillano, y el cubano saluda en la muerte al español a quién la crueldad del ejército forzoso arrancó de sus casas y su terreno para venir a asesinar en pecho de hombres la libertad que él mismo ansia. Más que saludarlo en la muerte quisiera la Revolución acogerlo en vida, y la República será un tranquilo hogar para todos los españoles laboriosos y honestos, que podrán gozar en ella de la libertad y de los bienes que no habrían de encontrar aún por largo tiempo en la flaqueza, la apatía y los vicios políticos de sus país […]”.

(Montecristi, Santo Domingo, 25-Abril-1895)
Firmado por José Martí y Máximo Gómez.



  1. El documento es un extracto del Manifiesto de Montecristi, redactado en la isla de Santo Domingo por los líderes independentistas cubanos Martí y Gómez. Es un texto de fuente primaria y de temática política. Sus autores son José Martí, político, escritor, poeta y periodista cubano, creador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra del 95; y  Máximo Gómez, que  fue un militar en la Guerra de los 10 años de Cuba y general en jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la Guerra del 95. Está redactado en Montecristi puesto que ambos estaban exiliados y desde allí partirían a Cuba el 11 de abril de 1895 para apoyar la revuelta. Tiene un carácter público y está destinado  a todos los residentes en Cuba, sean independentistas como españolistas. 
  2. En este fragmento se expone el objetivo de conseguir la plena independencia de Cuba y la instauración de un futuro régimen republicano que respete las libertades ciudadanas. La postura de los firmantes es muy generosa con los españoles que admitan al nuevo gobierno cubano, prometiendo respetar vidas y propiedades. Hay una velada crítica al sistema de quintas y al régimen político español de la Restauración.
  3. En este Manifiesto José Martí y Máximo Gómez expondrán las causas por las que el pueblo cubano recurre a la lucha armada para independizarse de España, manifestando que la guerra de liberación no es contra el pueblo español sino contra el régimen colonial impuesto por España a la  isla. Tras la Guerra de los 10 Años, el régimen de la Restauración incumplió gran parte de las promesas hechas a los cubanos, lo que avivó los deseos de independencia que ya existían en la isla. Especialmente hirientes fueron la no concesión de una autonomía política a la isla ni la libertad de comercio especialmente con EEUU, principal mercado de exportación cubano. Tampoco se abolió la esclavitud hasta muy tarde (1886), por lo que la mayor parte de la población negra de la isla se mostró favorable a las proclamas independentistas de Martí y sus compañeros. Finalmente, la subida de aranceles en 1891 provocó la amenaza del presidente norteamericano McKinley de cerrar los mercados de su país a los productos cubanos. Por todas estas razones el Manifiesto de Montecristi tuvo un claro efecto sobre gran parte de los cubanos que lo apoyará sin reservas. Sin embargo, el 19 de  mayo de 1895, una columna de soldados españoles mataron a Martí en pleno combate. A pesar de su desaparición en los primeros meses de la revuelta, la sublevación cubana prosiguió sin interrupción con sus nuevos líderes Máximo Gómez y Antonio Maceo.
  4. La Guerra de Cuba ya había vivido un primer episodio con la llamada Guerra de los 10 años (1868-1878), a la que puso fin la Paz de Zanjón (1878). El incumplimiento por parte de España de la mayor parte de las promesas hechas a los cubanos provocará que a partir de 1895 se inicie la Guerra del 95 o Guerra Necesaria, en cuyos inicios tendrá lugar la muerte de José Martí. El gobierno español tratará en un principio acabar con la sublevación enviando al pacificador de la anterior guerra, el general español Martínez Campos. Pero tras su fracaso se le sustituyó por el general Weyler, partidario de la guerra total. Su dura actuación contra la población civil local estimuló aún más los deseos independentistas de los cubanos, a la vez que provocó una campaña de desprestigio antiespañola impulsada por  la prensa norteamericana . El posterior hundimiento del acorazado norteamericano Maine en 1898 provocará la entrada de EEUU en la guerra y la rápida derrota de las fuerzas españolas que acabarán firmando el Tratado de paz de París ese mismo año. Su rúbrica suponía el fin de las últimas colonias españolas en el Caribe y en Asia. Cuba, Puerto Rico y Filipinas pasarían a manos de EEUU.

domingo, 5 de febrero de 2012

Muertos en Cuba. Comentario del tema 6


Nos encontramos ante un cuadro estadístico acerca de los militares fallecidos  en la guerra de Cuba y Filipinas entre los años 1895-1898. Se trata de una fuente secundaria, al estar elaborado por el historiador Fernández Almagro en el año 1968, y de temática militar.

En este documento se nos diferencia entre la categoría del militar fallecido (general, oficial y soldado), y por otro lado la causa de la muerte (guerra, heridas, fiebre amarilla, otras enfermedades, travesía).
El análisis del cuadro estadístico es muy sugerente. Por un lado observvamos que la mayor parte de los fallecidos son soldados (55.078), mientras que los oficiales son muchos menos (581) y los generales son solo 2. Hasta cierto punto es lógico esta desproporción, ya que el número de soldados es muy superior al de oficiales y generales. Sin embargo, en términos relativos se aprecia que los soldados fallecen en mayor proporción de los que le correspondería por su número.
Por otro lado, también se analizan las causas de los fallecimiento de los militares españoles. A pesar de que estamos hablando de una guerra, sin embargo el principal motivo de la muerte tanto de oficiales como de soldados no son las heridas de guerra (2018 soldados , 141 oficiales y 2 generales), sino que son las enfermedades padecidas durante el conflicto hispano-cubano. En efecto, por enfermedades el número de fallecidos son de 53.000 soldados, 440 oficiales y ningún general). Esto nos hace ver que la verdadera causa de mortandad no fueron los enfrentamientos bélicos, sino por el contrario las enfermedades tropicales que hicieeron mella en gran medida a nuestros militares. Y especialmente a los soldados, ya que si comparamos en términos relativos los soldados y oficiales fallecidos por esta causa la desproporción es enorme.

Estos hechos se explican por las pésimas condiciones que los soldados españoles sufrían en las islas. En un ambiente para el que no estaban adaptados, en contacto con una humedad y calor insoportables, los soldados no`pudieron hacer frente a enfermedades tropicales como la fiebre amarilla, el beri beri, el paludismo, disentería, tuberculosis y otras que hicieron que gran parte de ellos murieran en poco tiempo o quedaran inutilizados para el servicio activo. Además, las condiciones de vida de los soldados con poca alimentación y sin las medicinas adecuadas aumentaron aún más la mortalidad.

Sin duda las condiciones de vida de los oficiales y generales eeran mucho mejores que los de la soldadesca. Por eso y no por su menor número se explica esta desproporción tan acusada entre el número de fallecidos entre una y otra categoría. Su mejor alimentación, cuidados médicos y medicinas hizo disminuir la mortalidad entre los oficiales en comparación con los soldados. Las diferencias entre clases sociales están más que presentes en esta guerra a la hora de morir víctima no de los ataques de los mambises y tagalos, sino por el contagio de enfermedades tropicales o relacionadas con una insuficiente alimentación.

Comentario Tratado de París 1898

1. El texto es un fragmento del tratado de paz entre USA y España (Paz de París, diciembre de 1898), por el que cesaron las hostilidades entre ambos estados y la guerra por la posesión de los restos del imperio español en el Caribe y el Pacífico.

Se trata de una fuente primaria de temática diplomática y redactada por los representantes de ambos países reunidos en la capital francesa. Por parte española firma María Cristina de Habsburgo, como regente y madre del heredero Alfonso XIII, de trece años de edad en ese momento.

El tratado va dirigido a su conocimiento público internacional y en especial a su difusión entre los pueblos americano y español.

2. El contenido describe las condiciones de una rendición en toda regla de España, y sus artículos establecen el abandono de Cuba, que será ocupada temporalmente por EEUU, y la cesión de la isla de Puerto Rico, las islas Filipinas y una serie de archipiélagos en el Pacífico. España recibirá unas compensaciones económicas y algunos derechos de uso de puertos en estos territorios.

El documento nos pone en relación con dos hechos:

-la decadencia de España en el contexto internacional, con la derrota sin paliativos ante una nueva potencia emergente como los EEUU.

-la importancia de la estrategia estadounidense de forjar su imperio colonial por el Caribe y el Pacífico a costa de una potencia de segunda fila como era en esos momentos España.

3. En el último tercio del siglo XIX, los restos del imperio colonial español en América y Asia se independizaron de nuestro país. En la misma época, las potencias europeas acordaban adueñarse de gran parte del planeta en la Conferencia de Berlín (1885). Esto pone de manifiesto la profunda debilidad y escaso peso internacional de España, debido en parte a la política aislacionista que la Restauración mantuvo dentro del contexto europeo.

Desde 1897 con el cambio de presidencia en USA de Cleveland por McKinley, éste último mucho más partidario de la entrada de su país en guerra contra España, los norteamericanos se encontraban en estrecho contacto con los líderes independentistas cubanos y filipinos. Las campañas de prensa en EEUU de Hearst y Pulitzer movilizaron a la opinión pública en contra del colonialismo español. En 1898 la voladura accidental del acorazado “Maine” en el puerto de La Habana fue el pretexto para una declaración de guerra que se desarrolló en el Caribe y en Filipinas.

Las derrotas españolas en Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba a manos de la armada norteamericana llevaron a la citada Paz de París. España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que quedaron a partir de este momento bajo la influencia y dominio de EEUU.

Las consecuencias del desastre conmocionaron profundamente a la sociedad española. Políticos (Silvela) e intelectuales (Costa, Unamuno, Baroja, etc.) promovieron una revisión de la situación de España. La pérdida de las colonias generó una  crisis de la conciencia nacional y una serie de propuestas de modernización y reforma política: el llamado regeneracionismo político.


a) Texto: Tratado de paz entre España y Estados Unidos de América, 1898.
“S. M. la Reina Regente de España, en nombre de su augusto hijo D. Alfonso XIII y los Estados
Unidos de América, deseando poner término al estado de guerra hoy existente entre ambas
naciones…. Previa discusión de las materias pendientes han convenido en los siguientes
artículos
1º) España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención a que
dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos…
2º) España cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que ahora están bajo
su soberanía en las Islas Occidentales y la isla de Guam en el archipiélago de las Marianas o
Ladrones.
3º) España cede a los Estados Unidos el archipiélago conocido por las Islas Filipinas […]los
Estados Unidos pagarán a España la suma de veinte millones de dólares dentro de los tres
meses después del canje de ratificaciones del presente Tratado.
4º) Los Estados Unidos, durante el término de diez años a contar desde el canje de ratificación
del presente Tratado, admitirán en los puertos de las Islas Filipinas los buques y mercancías
españolas, bajo las mismas condiciones que los buques y mercancías de los Estados Unidos
[…]”

viernes, 27 de enero de 2012

Los últimos de Filipinas. comentario tema 6


1. Nos encontramos ante un documento iconográfico consistente en una fotografía en blanco y negro tomada el 2 de septiembre de 1899 en el patio del cuartel Jaime I de Barcelona. Es una fuente primaria y su contenido es militar. Se representa a los 33 supervivientes del asedio de Baler, en las Filipinas, tras su regreso a España una vez terminada la guerra. Su finalidad es ensalzar y reconocer la valentía mostrada por los soldados españoles que resistieron 11 meses el cerco de los independentistas filipinos.


2. El 10 de diciembre de 1898 se firmaba en París el tratado por el que España vendía a Estados Unidos, por 20 millones de dólares, el archipiélago filipino. La antigua metrópoli se daba así de bruces con el siglo XX, en el que EE UU empezaba a mostrarse como la gran potencia mundial que es hoy en día. A la hora de estampar esa firma, poco parecía importar que un pequeño batallón de 52 militares españoles tratara todavía de mantener su posición en el país asiático. Lo harían hasta el 2 de junio de 1899, atrincherados en la iglesia de Baler, fecha en la que el líder filipino Emilio Aguinaldo no sólo les perdonaba la vida, sino que reconocía públicamente su valor.
Los diferentes emisarios españoles enviados a Baler para conseguir la rendición de las tropas nacionales no lograron sus propósitos. Una y otra vez los sitiados desconfiaban de los visitantes negándose a deponer las armas. El último en intentarlo fue el teniente coronel Aguilar, mandado por el gobernador general español, quien tuvo que marcharse sin conseguir su objetivo. Sin embargo, al ojear unos periódicos que Aguilar dejó en la iglesia, los sitiados comprendieron que España ya no poseía el control de la isla y que no tenía ya sentido seguir resistiendo en la iglesia. El 2 de junio de 1899 el destacamento de Baler acabó rindiéndose dando fin a 337 días de asedio. 
Las autoridades filipinas aceptaron condiciones honrosas de capitulación y permitieron su paso, sin considerarles prisioneros, hasta Manila, con el presidente filipino Aguinaldo emitiendo un decreto en el que exaltaba su valor. Tras un recibimiento apoteósico en la capital filipina, los supervivientes fueron repatriados a España.




jueves, 26 de enero de 2012

El descubrimiento de América. Cómo empezó y cómo ha terminado.


                                                       Publicado en La Campana de Gràcia, 1898
                                                                        



  1. Nos encontramos ante un documento iconográfico, concretamente ante un dibujo satírico publicado en La Campana de Gracia en 1898. Es un documento de fuente primaria y de temática política, cuyo destinatario son los lectores de la revista, y su finalidad era la crítica a la  gestión de la Guerra de Cuba llevada a cabo por los gobiernos de la Restauración. Se publicó en el semanario satírico, republicano y anticlerical  La Campana de Gràcia, editado en Barcelona entre 1870 y 1934. Resultó una de las publicaciones más influyentes en la Cataluña de finales del siglo XIX. Es un documento de carácter público.
  2. El dibujo se divide en 2 partes. Está hecho en blanco y negro y en la parte superior se representa a las 3 carabelas de Colón descubriendo un nuevo Mundo representado con un sol naciente y en cuyo centro aparece el nombre de Cuba. Es un instante de optimismo y alegría.  Representa un momento importante de la historia de España como es el descubrimiento de América, una época de esplendor de nuestro país en el que ampliamos los confines del mundo conocido. España entonces se situaba como la gran potencia mundial que será durante el siglo XVI, respetada y temida por el resto de países. En la imagen inferior ese amanecer lleno de luminosidad, grandeza y optimismo ha desaparecido por un ambiente nocturno, pesimista y decadente. Los barcos regresan del Nuevo Mundo 400 años después cargados de soldados  mutilados, heridos, raquíticos y enfermos, que deben ser ayudados por otros compañeros porque difícilmente se mantiene en pie. El ambiente de derrota y decadencia es notorio. España tras la pérdida de sus últimas colonias ha dejado de ser una potencia de primera categoría, para convertirse en un país moribundo, de segunda fila, sin prestigio y sin honor. Y la culpa sin duda se debe a los partidos  de la Restauración, que no han sabido evitar una guerra que nos ha conducido a la pérdida de nuestras últimas colonias en el Caribe y en el Pacífico.Las condiciones de vida de nuestros soldados de reemplazo en la isla de Cuba fueron deplorables: enfermedades tropicales, malnutrición, escasez de medicinas, armamento inapropiado y escaso, ataques de la guerrilla cubana, rechazo de parte de la población cubana, etc. Todo esto ayuda a entender el estado lamentable que nuestro ejército en Cuba presentaba tras la repatriación final.
  3. El año de 1898 marca el fin de nuestras colonias en ultramar. La intervención de EEUU tras el hundimiento accidental del Maine será clave en la derrota de nuestro ejército y de nuestra armada. Los desastres navales de Cavite y de Santiago de Cuba nos llevarán a la firma del Tratado de París por el cual cederemos nuestras colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a EEUU. Una nueva potencial mundial (EEUU) sustituye a un país en decadencia (España) arrebatándole su imperio colonial justo cuando las grandes potencias mundiales (Francia, Gran Bretaña, Alemania, Japón) están forjando nuevos imperios en África y Asia. Las consecuencias de esta derrota no se harán esperar, sobre todo en el terreno moral e ideológico, con la aparición de un nuevo elenco de escritores (la Generación del 98) y sobre todo de políticos e intelectuales regeneracionistas que propondrán una serie de medidas reformistas para sacar al país de su parálisis política y económica. Joaquín Costa con su crítica certera al caciquismo y su propuesta de "despensa y escuela" será el principal representante de esta línea regeneradora del país, que en los primeros años del reinado de Alfonso XIII la seguirán tímidamente políticos de los partidos de la restauración como Maura y Canalejas.