En Madrid se halla una multitud de nobles, unos opulentos, otros ricos y mucha parte pobres que no
contribuyen poco a la decadencia de su población, a la agricultura, al comercio y fábricas. La alta idea
que tienen concebida de su nacimiento los entretiene en la inacción, y en la ociosidad, con el pretexto de
adquirir algún empleo capaz de mantener su familia con decencia, y no ponerle algún borrón, [rehúyen] el
aplicarse al comercio, a las manufacturas, o a cualquier género de industria, y desprecian con altanería al
labrador y al artesano. En España el que tiene origen noble, toda su descendencia es noble, por más
pobre y vaga que sea; como al contrario el labrador y artesano por más riquezas que hayan adquirido [...]
si no nació noble nunca lo será, si no se le concede tal privilegio por el Rey.
LARRUGA, E.: Memorias políticas y económicas, 1787, pp. 9-10
- Nos encontramos ante un fragmento de la obra Memorias políticas y económicas, escrita por Eugenio Larruga. Es un texto de fuente primaria y de temática socioeconómica. Pertenece a 1 tomo de los 45 de los que se compuso la obra, que además quedó inconclusa. Fue publicada a lo largo de 13 años, teniendo un carácter público y siendo su destinatario toda la nación, a la que quería informar sobre el estado de los sectores económicos del país. Su autor fue un economista, escritor y viajero ilustrado aragonés que nació en 1747 y murió en 1803. Fue catedrático en la universidad de Zaragoza y ocupó diversos cargos institucionales. Realizó estudios sobre la economía y la administración territorial española.
- En el texto el autor describe la situación económica de una parte de la nobleza, seguramente los hidalgos, que representan a la baja nobleza, y que so pretexto de no deshonrar a su familia, se niegan a realizar actividades manuales por lo que no salen de su pobreza y contribuyen por su inactividad a la decadencia del país. Por el contrario las personas hacendosas por más ricas que sean nunca podrán subir en el escalafón social salvo por merced regia.
- El autor critica claramente uno de los efectos perversos que la sociedad estamental acarreaba a la economía del país: el carácter deshonroso que las actividades manuales tenían para todo el estamento nobiliario, que por otra parte era la situada en la cúspide de la sociedad del siglo XVIII. En efecto, la nobleza solo era compatible con el ejercicio de ciertos oficios considerados honrosos y que aumentaban el prestigio social, tales como cargos administrativos y políticos, militares o eclesiásticos. Era impensable incluso para un miembro de la baja nobleza hidalga española que a pesar de vivir en la miseria, se pusiera a desempeñar un trabajo como artesano, comerciante o labrador. Eso suponía degradar socialmente a la familia, por lo que esperaban infructuosamente en muchos casos algún cargo o prebenda que le permitiera malvivir pero no manchar sus manos con trabajos manuales. Por el contrario, las clases trabajadoras eran mal vistas socialmente, incluso si algunos miembros conseguían través de su esfuerzo mejorar sus condiciones económicas y enriquecerse. Mientras no pudieran por matrimonio o concesión real acceder a la clase nobiliaria no ascenderían socialmente en el escalafón. Este sistema de no reconocimiento del mérito sino de la sangre a la hora del prestigio social era muy oneroso para la economía del país. En primer lugar porque una parte importante de la sociedad estamental (nobleza y clero) quedaba por voluntad propia al margen de las actividades económicas productivas, por lo que no contribuía a la prosperidad del país. Por otro, la población no tenía fuertes incentivos para el trabajo y el esfuerzo ya que a menudo no se les compensaba con reconocimiento social. El autor critica este hecho mostrando su mentalidad ilustrada al promover medidas reformistas que contribuyan a la mejora socioeconómica de la nación. Este hecho era una de las causas que mantenían al país lejos del dinamismo económico de otros países más avanzados como Gran Bretaña y las Provincias Unidas. Por consiguiente, a pesar de que con Carlos III el triunfo del despotismo ilustrado es un hecho, la sociedad estamental propia del Antiguo Régimen se mantiene a finales del siglo XVIII en todo su esplendor.
- El documento está fechado en 1787, en los años finales del reinado de Carlos III, el monarca ilustrado más representativo de nuestro país. Un período sin duda de claro triunfo de las políticas reformistas tendentes a promover la prosperidad de la nación pero sin romper con las bases del Antiguo Régimen. Y será esa minoría ilustrada que con el nuevo rey consigue acceder al poder la que promoverá los valores del esfuerzo y del trabajo. Así, convencerá al monarca Carlos III para que en 1783 apruebe la Ordenanza de honorabilidad de todos los oficios, con la intención de atraer a la nobleza a los oficios manuales y al ejercicio de la industria y el comercio. Su fracaso explicará el posterior retraso del país en cuanto a la industrialización, que solo tendrá lugar en aquellas regiones como el País Vasco y Cataluña donde una burguesía emprendedora y dinámica podrá las bases de su prosperidad económica. Con Carlos III triunfa definitivamente el despotismo ilustrado en nuestro país, y el rey reformador conseguirá cierto desarrollo y mejora económica en sectores manufactureros y agrícolas; pero no pudo ni quiso romper con las bases del A. Régimen por temor a que eso provocara la inestabilidad social y política del país.
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